En la última década, la obsesión de la élite mundial por el cambio climático ha restado importancia a otros problemas relevantes a los que se enfrenta el planeta, como ha demostrado de forma dramática la invasión a Ucrania. Los líderes de Europa Occidental deberían haber dedicado la última década a diversificar las fuentes de energía y ampliar el recurso del shale gas (gas de lutitas), en lugar de cerrar las centrales nucleares y depender de Rusia. Pero la guerra inminente no es lo único que han ignorado.